Son mentiras que hay onzas, yo creo que ni existen, haber dime de alguien que las “haiga” visto. Decía Dimas a Nacho. Mi tata dice que una vez lo correteó una en Banámichi, responde Nacho. Parece que no conoces a mi tata como es de mentiroso. Son puras “papas” de mi tata eso de las onzas, que casualidad que aparte de él “naiden” mas las ha visto. Y luego dicen que son muy ligeras, entonces si lo corretió una, ¿por que no lo alcanzó? ¡Como cabrones que no hay onzas!, dice Tió Chico, apareciendo atrás de ellos de improviso y sin hacer ruido ¡de a fregal hay!, ustedes son de ayer por eso es que no les ha tocado ver ni una, pero yo que he andado toda la vida en el monte de a cabronal me ha tocado ver y pá que mas les guste, he matado como unas catorce. ¡Es cierto lo que dice Nachito!, En Banámichi me “corretió” una, pero no me corretió a mi solo, andábamos en la leña yo y el Chino mi hermano que no me dejará mentir, y a los dos nos pegó una buena “calzoniada”, ¡puta que ligera!, yo creo que no “traiba” ganas de comer gente porque nomas nos corretió como unas catorce horas, luego se devolvió y se comió el burro cargado de leña del Chino mi hermano. Al siguiente día fuimos a buscarla, con un solo “treintazo” tuvo. ¿Y por que si era tan ligera, no los alcanzó? le pregunta Dimas. Tió Chico se queda un rato callado como buscando la respuesta adecuada, luego contesta: es que cuando se nos vino encima, nos encaramamos y salimos hechos la fregada en la mula mía, no había en el Río Sonora otra mula tan ligera como esa, “asina” ni cuando nos alcanzara. La plática que sostenían Dimas y nacho era a causa de que en esos días andaba el rumor de que habían visto merodear cerca del pueblo a una onza, en ese tiempo un animal desconocido para toda la gente. Esto provocó que se echara a andar la fantasía de la plebe, que se la imaginaban de muchas formas como si fuera un animal mitológico, incluso hasta decían que tenía llantas. Por esta razón, Nacho le pregunta a su tata: oiga tata, ¿es cierto que las onzas tienen llantas? No todas, le contesta. Allá en el Río Sonora me tocó ver y matar un cabronal de onzas, pero ni una tenía llantas, la única que me ha tocado ver con llantas, fue una que maté aquí en los “peñascos colorados”.Una madrugada oí que estaban ladrando “muncho” los perros aquí pál lado de la cuesta, como yo en ese “antonces” era el “polecía” del pueblo me tenía que levantar a ver por que ladraban los chuchos, y que voy viendo que va subiendo echo la mocha un animal “jodón” del tamaño de una mula. Como estaba muy oscuro no alcancé a distinguir que era, pero si “vide” que tenía llantas, pero nomás en las patas de atrás. Siguió calle arriba con la perrada detrás. Antes de que aclarara ensillé la mula barcina, y hay te voy a buscarlo, me fui siguiendo las rodadas, bajó por la cuesta de que Chú de la Rebeca, pasó por San Pablo, allá en el callejón de la pirinola se bajó pál río, ahí se me perdieron las rodadas porque se metió al agua. En los “peñascos colorados” la encontré, estaba echada, “sestiando” con la lengua de “juera”, ¡Era una onza jodona! Antes de que se levantara le solté dos “cabronazos” con la carabina y cayó redondita. ¡Nomás vieran que animalón!, me la traje arrastrando río abajo a cabeza de silla, apenas la podía la mula. Toda la gente quedó asombrada cuando me vieron cruzar el pueblo con ella arrastrando. Pero ¿a poco si tenía llantas de a deveras, tata? Le pregunta Dimas. No te dije que si tenía nomás en las patas de atrás muchacho, ¿que no me “oyites”?, pero una se la hicieron jiras a mordidas los chuchos, la otra si estaba muy buena, enterita, luego luego me la mandó comprar Desiderio Figueroa pá ponérsela a una carrucha.¡A ves Dimas!, no te decía que si existían las onzas, dice Nacho, si ya mi tata me había contado todo eso como cinco veces, y tú que no me querías “crer”.
Por Favián Lameda
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